Las Energías del Docente

Lo que sabemos del docente es que hace planeaciones, elabora material didáctico, asiste a reuniones académicas, genera reportes administrativos, entrega avances mensuales, semestrales y anuales, elabora exámenes, califica exámenes, promedia calificaciones, busca ejercicios educativos, lee material educativo, escribe notas sobre clases, busca mejorar y la lista de actividades continua. ¿De dónde saca las energías el docente para realizar todas sus actividades y aún poder impartir su clase de buena manera sin sentirse morir al finalizar su día?

Mucho énfasis se aplica en el qué se debe hacer, y vaya que hay mucho qué hacer, pero poco se habla sobre el cómo llegar a hacerlo. Las energías son lo que nos mantienen de pie desde tempranas horas de la mañana hasta avanzada la noche, o hasta que nos vayamos a dormir. Sin nuestras energías, no podríamos tan siquiera levantarnos de la cama en la mañana y, no solo éso, permaneceríamos allí indefinidamente pues no tendríamos las energías ni entusiasmo para hacer algo diferente.

Llevar a buen fin tantas actividades y estar en los asuntos educativos de tantas personas implica una inversión muy grande de energías por parte del docente, razón por la cual es de los más importante las sepa administrar.

Hay dos principios básicos que podemos enunciar aquí. El primero es que hay que conocerse a sí mismo. Todos tenemos diferentes capacidades para almacenar energías. Saber, en aproximado, la capacidad de la reserva energética permite conocer cómo distribuir dichas energías en las actividades y clases a llevar a cabo. El segundo principio es conocer a los grupos de alumnos. Todo buen docente sabe que cada grupo es diferente y, como colectivo, adquiere un cierto tipo de identidad colectiva. Mientras que hay grupos de alumnos que exigen que uno invierta muchas energías, hay otros grupos que no requieren tanta inversión energética. Conocer a los grupos e identificar cómo están distribuidos a lo largo de la jornada, y semana, de trabajo contribuye la otra parte de la moneda para decidir cómo distribuir las energías de uno.

A lo anterior podemos agregar los tiempos de descanso y alimentos del días, ya que éstos dan la infusión adicional necesaria para recargar las reservas energéticas y lograr terminar las jornadas con energías de sobra, y sobre todo con buenos ánimos. Así como las horas de trabajo son para trabajar, las horas de descanso son para descansar y las de comida para comer. Es cuando usamos el tiempo de descanso para trabajar y comer que terminamos invirtiendo más energías de las que recuperamos, causando que nuestras reservas energéticas se gasten de manera desmedida.

Cuando se es el docente que debe llegar al salón de clase, crear un entorno de aprendizaje, conectar con los alumnos, manejar al grupo, dosificar contenido y guiar a los alumnos en sus experiencias de aprendizaje, realizándolo con frescura y buenos ánimos, las energías con las que se cuenta y se invierten en el momento pueden determinar la diferencia entre el éxito y fracaso del mismo docente.

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